Olas vienen, olas van.

De gente, de agua en el mar, de sentimientos, todas las olas son fuertes y te llevan a algún lado (o te alejan de otro, según lo quiera uno ver). Ya sabía desde hace muchos años que eventualmente regresaría a esa europea estación de metro, y todo por haber tomado agua de esa fuente pública.

No me gusta creer mucho en la programación neurowhatever y esas cuestiones paganas, aunque claro que algo cierto debe de haber, al menos me siento mas cómodo reconociendo que nosotros mismos muy dentro de nuestra mente nos vamos trazando el camino que queremos (a veces de manera destructiva) que simplemente echarle la bolita al todo poderoso. Y es que he visto con asombro como una de esas creencias paganas se han cumplido en mi vida; después de haber tomado agua de la fuente de canaletes en las ramblas catalanas hace ya casi 10 años, he vuelto, y en forma de Pa amb tomàquets.

Es una de las ciudades que marcó mi forma de ser, y nada tiene que ver con las personas o los lugares en sí, sino conmigo mismo. Debo admitir que fue una sensación muy extraña el haber regresado y ver que las cosas son muy diferentes, pero a la vez no. Obvio que todo el tiempo que hacia comparaciones estaba seguro de que quién habría cambiado más era yo, y no la ciudad.

Irónicamente, esta vez como en la primera ocasión; llegue al barrio de Gràcia, Sólo que esta vez hospedado en un hotel fresón. Las olas se arreciaron cuando en la radio del bus empecé a escuchar a los locutores hablar en català, es indescriptible ir pasando por varias calles viejas conocidas desde la comodidad de un autobús con aire acondicionado y no gracias a unas desgastadas sandalias Avia.

No recordaba que los edificios fueran tan grandes e imponentes, y es que creo que en los últimos días de mi vagabundez adolescente ya ni siquiera les prestaba atención. Los autobuses y el metro que en su momento me parecían muy modernos… ahora se me hacen algo viejos (claro que siguen siendo de ciudad progresista), las calles algo sucias pero no al nivel de Toulouse o París. Las viejitas igual de pederas, los yayos igual de fashion, los perrillos igual de chingones, los adolescentes más desempleados, y los jovencitos… perdidos (me traumé al escuchar en la radio y en la calle que varios pequeñines andan escuchando reggaetón y demás basura latina, ¿no seré yo quien esta mal pues?). Pensar que precisamente este fin de semana fue el festival Sónar2012 en la capital catalana… y mientras tanto los púberos perreando en la calle al ritmo de Kiko y Pituco ¡no mamar sisplau!

Como toda ciudad grande, es obvio que ha habido cambios, muchas tiendas aparecieron de la nada, chingo de Starbucks por todos lados, ¡un Café Havanna en Plaza Catalunya!, eso sí es digno de mencionar, aunque mendigos alfajores a precios prohibitivos. Y ahí frente de la Plaza sigue estando mi refugio favorito: Fnac, y es que no se porque de todos las tiendas de esta cadena que he conocido... ésta es la mejor, la mas grande, la mas agradable, y hasta la mas homeless friendly. Ahí vi a varios Peralokillos y Acidillos leyendo libros de a grapa ¡ya hasta les pusieron bancas para leer a tus anchas sin comprar libros! , un chinguero de música, videojuegos a granel. Y todos los clerks son una suerte de experimentos genéticos onda "el inspector gadget meets Carlos Monsivais".

Vista de las ramblas desde la libreria de la Fnac del Triangle en Plaza Catalunya.

Passeig de Gracia es ahora una muy buena copia de Campos Elíseos, todo es glamour, el viejo barrio de Gràcia esta lleno de gente mugrosa/bien, boutiques de buen gusto, bares fresones, los departamentos arreglados ahora tienen precios inconcebiblemente elevados, mucho argentino por doquier. Estaba seguro que la ciudad había cambiado mucho (y yo más), pero la innegable evidencia de que el tiempo nada perdona se dio cuando fui a vagabundear en busca del bar mas alternativo, intimo y culturalmente bien visto que había conocido (antes del Escargot, jeje); La baignoire, atendido por sus propietarios el francesito del Cedric y su novia Eva. La sorpresa no fue muy grata… =(

Ahora todo tenía más luz, había una vitrina mostrando los vinos caros que vendían, el menú presumía que tenia muchas chelas de importación, estaba demasiado…bonito, y la gente que estaba adentro se veía muy… bien vestida. La barra era aún mas pequeña que antaño, por lo que los lugares para sentarse en la barra y platicar eran inexistentes prácticamente, no había publicidad gratuita culturosa en la barra, no había música agradable… todo era diferente, de ese recuerdo que tenía ya solo conserva el nombre. De hecho me pareció ver en la barra a la dueña, y no estoy seguro pero creo que en una de las mesitas estaba platicando el calvo del Cederico con sus clientes, aunque posiblemente ni eran ellos, y ya ni siquiera los dueños del lugar sean. No lo soporte más y salí corriendo limpiándome las lágrimas por la calle Verdí. Jajaja, no, bueno, no tanto así, pero mejor me fui a la heladería de la esquina pensando en lo que una vez el señor Abel Membrillo (q.e.p.d) le dijo al buen Dark: ya no eres el target man (refiriéndose a porque MTV ya nos parecía una mierda)

La bañera limpia y de buen gusto =(

Hay muchas preguntas que aún orbitan mi cabeza, y es que muchos lugares de la ciudad las veo como un reflejo de mi vida, pero de alguna forma extraña siento que hay cosas que yo debí de haber cambiado y que no lo hice, o viceversa, no lo se. Creo que a esto le llaman la crisis de los guapos (ó de los treintas).

Esta mañana al despedirme de la ciudad, en el iPod se dejo escuchar esta canción de los muchachitos de Beat! Beat! Beat!, banda originaria de Colonia, Alemania. Ciudad donde curiosamente se encuentra la iglesia Católica más alta del mundo por el momento, hasta que la Sagrada Familia este terminada. ¿Ven como se cierra el ciclo y todo tiene señales y así?!?!?, jajaja.

Como sea, me he asegurado de tomar agua de la fuentecita de Canaletes, así que sin dudas algun día volveré a Barcelona, cuando el Barrio de Gràcia sea de alto lujo y yo entonces pueda vivir en las calles con mis perros.