Un famélico desnudo postrado ante el límite de la vida recita los estertores de la verdad aceptada.
No me bastaron los años ni una década de espera, no fue suficiente mi presencia ante tu puerta, la lluvia sobre mis hombros, mis rezos ante la cruz.
Mis lágrimas sobre la tierra, la creciente que me ahogaba, el licor de tus miradas que embriagan, dejándome preso y sin esperanza de libertad.
Una y otra vez taladraste mis sentidos solo para comprobar que seguía siendo tu esclavo, obstinado, seco, demacrado de tanto humo de cigarro, que cual suspiro buscaba en su viaje encontrarte llevando en su esencia efímera, un corazón latiendo solo para entregártelo.
Convirtiéndome desde el interior en solo vida para entregar y un corazón tan solo hecho para amar.
No quise emprender de tu vuelvo a mi puerto una épica trasatlántica, mas tu vida siempre distante y la promesa del amor llevaban siempre el pertinaz susurro de la palabra vertida en el viento y el olvido.
Un hechizo poderoso del cual inexplicablemente no podía liberarme. Embargaste mi cariño con tus labios ausentes, envolviste mis sentidos con el sonido de tu voz y tu distancia cerraba los grilletes de mis pasos para que a pesar de todo no insistiese en seguirte.
Faltaba solo un murmullo para hacer girar mi mundo y entendí más tarde que el hechizo lo había conjurado en esas noches de insomnio, que iba hilando con las horas la telaraña de mi propia prisión.
Fiel como un perro que no deja a su amo a pesar de recibir cientos de palos, en la espera de un plato lleno de amor, el alimento del alma.
Pero tú ya tenías otros planes, el seguir buscando el castigo ante la impotencia de la separación final me atrajo una ves más al rincón del mundo donde tu ser reposa.
Horror de encontrarte con el rostro distinto, el semblante en final metamorfosis, el olvido de nuestros años pasados transformado en un presente sin más futuro.
El telón de esta farsa finalmente a caído, el héroe disminuido a juglar cuenta ahora las coplas finales de aquella historia sin fin.
De aquel amor no correspondido y aquella lucha sin victoria encontrada. El desencanto ante las cuatro paredes de un rincón de la fría prisión asegura el triste desenlace de una ilusión que existía solo en la mente de un loco.
Solo el amor es capaz de verter tanta locura y desesperación en la mente humana, un frenesí de emociones que conducen a la demencia y el desencanto.
El amor sin respuesta termina una vez más con el persistente musculo del alma que se empecina en no dejar de creer en la vida.
Los puños cerrados se levantan al cielo, se abren las palmas hacia el infinito implorando compasión para este perro fiel que en las tablas del olvido entrega su última sangre ante el deleite de los asistentes al decadente espectáculo.
Cientos de ojos apuñalan finalmente a esta bestia cuyo pecado fue el tener una fe más allá del tiempo.
Un tenor invidente abre el pecho, toman aliento los metales, se empuñan los violines, la vara del director onda el silencio las notas conclusivas han sonado.
¡Que no se cuente más de esta historia demencial!
La leyenda del condenado que por mano propia se puso a si mismo ante el camino de la perdición.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario