PORCA TERRA, BONA CLEPTA O LA TIERRA DE LA GENTE INEPTA

La tierra de la gente buena se hundió igual que la Atlántida, ya no existe. Se nos fue entre la noche, mientras dormíamos o mirábamos complacientes, cómplices y cobardes cómo una caterva infame de bribones nos vaciaban la casa o nos la llenaban de mierda que es igual o peor. Y tampoco es que la gente buena, como tal y sin matices, existiese nunca, pero por lo menos pretendíamos, fingíamos o aspirábamos serlo. Y ese montaje resultaba.
Pero el caso es que, de unos años a la fecha, Aguascalientes ha dejado de ser el estado mas seguro de México para convertirse en el más hipócrita y embustero en cuanto a declaraciones oficiales de la realidad se refiere. Tan así que, al paso que vamos, no me sorprendería que acabásemos todos beatificados. Porque ahora, toda esa horda de fariseos y mercachifles que salen dando la nota vacua en ruedas de prensa por Tv., juran por sus muertos más frescos que nada, que son puras paranoias. Que las balaceras y ejecuciones que se han dado en los últimos tiempos en esta entidad son casos aislados, consecuencias tristísimas y lamentables –dicen muy conmovidos- del llamado efecto cucaracha, por la dura y decidida lucha que el gobierno federal a declarado en contra del crimen organizado en otros estados. Y salen tan carismáticos y campantes con su sonrisa colgante y su tupe engominado que hasta uno se los cree y hasta duda de que todos los sitios por donde uno transita a diario, a cualquier hora, y donde observa que están vendiendo droga sean solo una mala pasada del inconsciente afectado por leer tantas novelas policíacas. Y a la semana ni quién se acuerde.

De complicidades, que esa es otra, ni hablamos, claro. Cualquier señalamiento es atribuido a las malas voluntades e intenciones facciosas de sus adversarios políticos que solo pretenden socavar el buen nombre de los funcionarios y desconcertar a la opinión publica. Como si la opinión publica que somos ustedes y yo, fuéramos estúpidos y no viéramos a diario como son utilizados niños como burreros, como se ha cambiado la ley por la presión-o por el dinero- del narco para volver a subir la edad penal a 18 años en lugar de 16 como estaba antes, como las patrullas se detiene en las esquinas de venta por su cuota y como, -a pesar de las constantes denuncias y señalamientos con nombre y domicilio incluido-, las autoridades, en cualquiera de sus niveles, siguen sin hacer nada. Y todavía tienen la cara dura y la sinvergüenza de ofenderse cuando se les tacha de corruptos. Responden, como en libreto aprendido en colectivo y a píes juntillas, con ese gesto de indignación que me enternece casi hasta el llanto: ¡Que lo prueben!,¡Exijo que presenten pruebas!. Como si no fueran ellos los encargados de probar delitos, de procesarlos y juzgarlos. Hay que ver. Todo eso, y no pasa nada, dicen. Y ellos muy seguros al amparo de una sociedad y una prensa poco o nada inquisitiva, despreocupada, inconsciente y zalamera que sigue viendo en los gobernantes un halo de poder casi divino e inexpugnable. Y ahí seguirán gracias a nuestro miedo, nuestra indiferencia y nuestro silencio, impunes y tranquilos, a buen resguardo bajo el manto insensato de la borregada, que cierra los ojos rezando que se jodan a quien quieran mientras no les toque el golpe a ellos.

Mucho me temo que los ciudadanos conscientes e inquisitivos tendremos que conformarnos con nuestras nostalgias. El Aguascalientes tranquilo y seguro, como decía, ya murió, y cada día amenaza con parecerse mas al lejano oeste. Estamos cautivos por una clase política a menudo inculta, acomplejada, zafia, bajuna, tan miserable cuando gobierna como cuando rumia revanchas de taberna en la oposición. Y que encima, por si fuera poco, tiene el mal gusto de ser idiota. Quizás es solo eso y no son corruptos, solo imbeciles que no saben hacer su trabajo. No sé cuál alternativa me provoca mas terror.

HOMERO