Translate

25.6.05

¿El sándwich o los dientes?

Recuerdo esa mañana en que llevé a la primaria una enorme camioneta de plástico (de esas chafotas) que me había regalado mi tío Juan, era amarilla y me encantaba. Tendría unos dos días con ella y ahí estaba yo en el segundo patio de la escuela, junto a las resbaladillas, haciendo carreteras en la arena. Jugaba con Arturo atentos al desarrollo de nuestra magistral obra de ingeniería cuando a nuestras espaldas sentimos la maligna presencia de Javier -el niño nuevo que entro ese año a nuestro grupo-, y su palomilla, acto seguido mi camioneta salió volando de una patada, estrellándose contra las resbaladillas, aterrizando justo debajo de una de ellas y pisoteada por los escuincles que de ella caían. Arturo y yo nos quedamos ahí recogiendo los pedazos de plástico mientras Javier se burlaba, no pudimos hacer nada, teníamos unos 6 o 7 años, éramos unos enanos y Javier era enorme y con compañía. Además eran nuestros primeros contactos con gente mierda, con actos hostiles premeditados como ese, sencillamente no sabíamos como reaccionar. Aquél día quedó muy poco de mi camioneta, comenzó a fisurarse mi inocencia y nació el recuerdo más lejano del odio que conservo.

Leía hace unos días un articulo sobre niños víctimas de otros niños abusadores en las escuelas y los porcentajes me dejaron impresionado (68 al 84% reportaba ser o haber sido víctima de algún gandalla), el estudio exponía como causas la poca atención familiar, la imitación de roles violentos y el percatarse del liderazgo que se crea entre los débiles mediante la fuerza. Eso te deja un consuelo a la larga claro, sabes que aquél que te robaba el almuerzo o el que te empujaba delante de todos era así por que su padre era un golpeador y entiendes su búsqueda de aceptación ante la poca atención que sus puñeteros padres le brindaban. Entiendes que nunca fueron a las juntas y que siempre fueron con ropa sucia o mal peinados, lo entiendes, repito, y hasta gracia te causa, te burlas de su jodida condición y cuando pasados los años los encuentras por ahí, lanzas satisfecho una mueca de profunda lástima. Y todo eso está muy bien en retrospectiva, pero estar ahí, en una situación así, con un gandalla como esos es poco recomendable, y miren que conocí algunos. El estudio no nos dice -claro está- que hacer, cómo defenderse, cómo enfrentarlos.

Lo de mi camioneta sólo fue el inicio, después de eso Javier y su palomilla buscaban a diario la manera de humillarnos, verbal o físicamente. Yo no sabia pelear, ni tenia permitido hacerlo, cualquier demostración violenta era cegada por la sobreprotección materna, pero tras una larga y constante labor de convencimiento y con la intervención de mi padre logré entrar a clases de tae kwan do. Me gustaría decir que sirvió de mucho, pero la verdad es que el maestro coreano era un güevón que iba un día si y dos no y nos dejaba a los escuincles ahí solos, enseñándonos los de clases más avanzadas y nos dedicábamos mas a putearnos que a aprender, para lo que me sirvió fue para perder el miedo a los golpes, para saber donde dolía más un golpe y para poder alcanzar la cabeza de otro con una patada, eso también me dio confianza en mi cuerpo, en mi capacidad física, cero filosofía de la no violencia, nada que ver con las películas.

Pasó el tiempo, yo seguía aguantado y también recuerdo perfectamente aquel día en el salón, cansado ya de tantos insultos y la complacencia imbécil de los maestros, -porque se daban cuenta aunque nunca lo dijera, jamás fui un chivato-,y la sensación que invadía mi cuerpo, esa energía recorriéndome, la voz interna que me gritaba nunca mas, y el apoyo, la presión exacta que necesite para levantarme de ese mesabanco a mitad de clase y dirigirme hacia Javier, contraer cada músculo, apretar el puño y romperle la sonrisa burlona, uno, dos, tres golpes, consecutivos, chasquido, gritos de la maestra, bocas abiertas, silencio de todos, mucha sangre. No sé si fue el golpe o la impresión de verse bañado en rojo, o la nueva resistencia que encontró en mí, pero Javier se desmayó, dos maestras le ponían alcohol en la nariz para que despertara y la directora me llevaba fuera del salón muy enojada: "voy a llamar a tus padres, voy a llamar a tus padres" repetía, yo veía todas las miradas de mis compañeros puestas en mí, las de los amigos de Javier, perdídas, con la boca abierta, y yo seguía sonriendo, no estaba arrepentido, cuando pasamos frente al pupitre de Jaime, al más mierda después de Javier, le dije "sigues tú" y claro que cumplí mi promesa. Jamás volvieron a molestarme.

Supongo que tuve suerte y los medios, la decisión para saber frenar una situación así a tiempo, pero ¿cuantos de ese 84% que declaran ser molestados se decidirán a enfrentar a sus gandallas particulares?, supongo también que aunque indeseable es una situación de la que aprendes, que te educa y te prepara desde entonces para enfrentar a esas mierdecillas que conocemos a diario en el mundo adulto. Conocí muchos más así, en la secundaria, en la preparatoria, pero entonces sabía ya cómo lidiar con ellos, llegué a darme de golpes muchas veces defendiendo a otros más chicos y aprendí también que los golpes, en esos casos donde la razón no entra, son igual de malos que en los otros casos, malos sí, pero como liberan en verdad.



foto tomada en el primer linchamiento publico en que participe. Posted by Hello

HOMERO buscando al doctor que le dio la nalgada al nacer.

8 comentarios:

Laudanum dijo...

Tres cosas:
1. Es cierto, la vida real desde la infancia es un constante entrenamiento de guerra.
2. Sé que la violencia genera violencia, lo que no sé es cómo detenerla.
3. Que bien escrito está tu post. :)

rotenTODES dijo...

No todo es por la sociedad, familia, o la tv... hay aspectos de quimicaneuronal que indican el grado de agresividad... por ejemplo: los sociopatas y psicopatas asi nacen -no se hacen-... aun que estoy de acuerdo en que hay que poner un correctivo a los gandallas ...

Anónimo dijo...

Jajajaja.. que linda foto.
Bien por el atrevimiento rompenariz y excelente reflexión sobre la liberación after punch.

Enigma dijo...

Por el titulo intui otra cuestion, pero agradable.

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Anónimo dijo...

weeeee hasta melena tenias, jejeje. Exelente post.

Häny dijo...

ahhh yo recuerdo que en algun grado de la primaria tambien me canse de que me molestaran y asi cuando el niño mas guapo y mas moleston de la clase se acerco a mi banca a seguir molestandome, me arme de valor y de coraje y en un momento de locura tome una lata de coca que acababa de comprar y se la revente en la mano....me dio gusto, el jamas lo olvido y yo por un momento me senti mas victoriosa que nunca

eliecillo dijo...

UUUOOOORRAAALLLEEEE...que chido se ha desarrollado este post.

Yo por mi parte, soy del porcentaje de apaleados......

Sin embargo, creo que todos en algún momento, no en la escuela sino a veces en la familia (con algún hermano, prima, primo, etc.) nos convertimos en los bravucones de los que nos quejamos en la escuela.

Masacre y aniquilación

Anónimo dijo...

jijiji que linda foto en verdad