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Su familia lleva haciendo barricas desde 1780, el es uno de los últimos, no solo de su familia, si no de los últimos toneleros, de los verdaderos toneleros que hay en México. Ahora trabaja conmigo, me esta armando el fudre que aparece en la foto. En las ultimas semanas lo he visto acariciar la madera cuando la labra, escoge cuidadosamente cada pieza para ir armando el esqueleto de robe blanco de la barrica, he conocido varios barriqueros, bien hechos y mas baratos que este, por que Zepeda es carísimo, cobra mas por lo que sabe que por lo que hace y eso no lo discuto, pone una cuidadosa atención, todo su trabajo es artesanal, ha logrado mantener la tradición intacta, con herramientas rudimentarias va formando esa enorme placenta de madera donde se gestara el brandy o el oporto dentro de poco.
No se cuantos años tiene, mas de 70 le calculo, pero parece tan viejo como una ruina maya, camina así despacito con su delicado en los labios, con la espalda ya vencida por el peso de los años, pero cuando baila se transforma, cada viernes, en ocasiones también entre semana, religiosamente asiste a un club de baile donde demuestra que para conquistar una mujer no hace falta haber leído a nadie ni sentirte james bond, ni tener 20 años, solo basta saber mover la cadera, marcar el ritmo del danzon (así como contaba Ácido),con el tacto y mirarlas a los ojos como si fueran la única mujer sobre la tierra.
Hay que ver, me digo, mientras me tomo un café y me fumo mi marlboro sentado en unas cajas, con Zepeda junto a mi, mientras miramos como va tomando forma el fudre, ya no quedad muchos tipos como este, que se tomen su trabajo tan en serio, que tengan la vocación bien arraigada, cuántos pelmazos conozco que deberían aprender algo de este viejo. “Antes hacia hasta 30 barricas de 200 litros por semana joven, me dice, ahora ya no puedo mas que una o dos.”, y se le queda viendo al enorme fudre casi con ternura, como si, o tal vez por que así es, hubiera puesto una parte de el en aquella madera. “mi hijo me quiere comprar unas maquinas para que las hagamos en serie, me confiesa,¿pero para que chingados quiero una maquina?, las barricas se hacen con las manos, las maquinas no sienten la madera, como me lo enseñaron mis padres y a ellos sus padres y si no ¿de que vale mi trabajo entonces?”
Y se queda callado dándole largas chupadas a su cigarrillo y vuelve a mirar el fudre ahora con un aire lejano, triste, pero yo no le digo nada por que entiendo como el, que pertenece a una raza y a un oficio en extinción y le veo en los ojos esa lucidez, esa certeza de que cuando muera no habrá mas que barricas moldeadas por computadora sin imperfecciones y sin alma, y esos mas de 200 años de memoria que corren por sus torrente sanguíneo se habaran ido, como todo a la chingada, en su caso con ritmo de danzon..
HOMERO
1 comentario:
Buen blog, la verdad me da tristeza como
las cosas se van deshumanizando, espero
haya algo que humanice a esas máquinas
que lo hacen todo por ti.
RaY
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