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18.9.04

El chofer de Lamberto II


Tic, tac, tic, tac, el martilleo del reloj me saca de mi sueño, aletargado aun, con la vista borrosa por el sueño maldigo en arameo a quien demonios sea que me regalo ese maldito reloj en la navidad pasada, tic, tac insiste. Me paso la yema de los dedos por los ojos para espantar los fantasmas que aun bailan en mi cerebro, miro inquieto la ventana, el sonido apacible de las olas llega hasta mi, una serpiente de luz con focos de mil colores alumbra ya la cera de los changarritos de comida, se a vuelto de noche. La negra ya no baila por ahí.

Del buen jack ya no queda ni rastro, me siento bien, como hace días no me sentía, ese breve sueño me a abierto el apetito, el malestar de los mariscos se a ido. Tic, tac, tic, tac, insiste el reloj, lo miro con odio, lenta, amenazadoramente, el permanece imperturbable, tic tac, me responde. Me levanto del sillón donde me encontró el sueño y cojo una chamarra ligera del perchero, estoy por salir a comer algo y tocan la puerta.

-Aquí están las cajas del señor Lamberto, me dice al abrir la puerta un tipo en extremo delgado con unos ojos de topo escudados detrás de unos enormes anteojos.

Me quedo mudo por un momento, mi primer pensamiento es reírme y decir que no este jodiendo, que para broma ya estuvo bien, y vuelvo a mirarlo, tiene la cara muy seria el aire muy profesional.

-Aquí están las cajas me vuelve a decir.

-Aquí no vive ningún Lamberto. Le digo, respirando lenta, pausadamente tratando de no alterar mi Chi como me lo recomendó un infomercial la noche pasada.

- Este es el 652 de la..

- Si, lo interrumpo pero aquí no vive ningún Lamberto, exasperado ya, mandando mi Chi de paseo, malditos infomerciales me digo para tranquilizarme.

- Ayer recogí aquí al señor Lamberto Marzala quien me contrató por dos horas como chofer y se le han olvidado estas cajas en el auto, insiste el cara de topo.

- Y que coño quiere que yo haga con ellas?

- Por mi lo que mejor le parezca, ¿se las dejo aquí o quiere que las meta a la casa?.
- Ya le he dicho que aquí no vive ningún....

- Se las dejo aquí entonces, me interrumpe, deja las cajas sobre la acera y se monta en el auto.

Arranca dejándome ahí, mirándolo como estúpido descender la colina, echo una mirada a las casas de al lado, las luces apagadas, no hay nadie en la calle solo en la casa de Martha se ve una luz tenue, pienso en invitarme a cenar a su casa, pongo rápidamente las cajas en el pasillo y me encamino hacia allá, vaya que pesan me digo, maldito Lamberto.

Se escucha una música tenue, perceptible apenas detrás de la puerta de Martha, estoy a punto de tocar y la carcajada de un hombre me detiene, te han ganado la plaza, me digo, otra noche será.
HOMERO

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