El ataque del bizcocho ingrato

Año Nuevo del 2003, Mexico D.F. me encontraba bastante contento de estar en la ciudad que me vio nacer. Me habían mandado ahí para recibir una capacitación, estaba consciente de que iba a pasar 3 meses lejos de toda la banda y en realidad lo único que podía hacer era disfrutar de las bondades de Pejelagartolandia.

Fue chido vivir en un hotel por tanto tiempo, aunque el hecho de estar acompañando por Alejandro, me hacía disfrutarlo a un 95%, no al 100, Alejandro era mi compañero de cuarto, y es exactamente el tipo de persona en la cual no quiero llegar a convertirme. Aunque hice buenas amistades, el hecho de estar aislado de la familia y amigos, me hacía sentir como en Big Brother (pero con más comida y diversion).

Recuerdo que vi al Acido y al Roten un par de días, las distancias en el D.F. no ayudan cuando quieres estar con la banda.

Fueron 3 meses de comer, beber y parrandear agusto con todo pagado, y saben qué? cuando regresé a Aguascalientes para empezar a trabajar... renuncié.

Sé que estuvo mal, pero por alguna extraña razón no me sentía arrepentido...

El domingo pasado me encontré al que era mi jefe y dueño de la franquicia, no lo veía desde entonces, estuve desayunando en su restaurant y al parecer no me reconoció, quizas he cambiado demasiado desde esa fecha.
Pensé que me iba a armar un tango, y yo ya estaba consciente de que se iban a armar los putazos... pero no fue asi...

Supongo que mi pelo me camuflajeó lo suficiente.

PERALOKA