La dulce amenaza de la locura cada día se vuelve mas fuerte, insiste con ansia, con desesperación toca mi puerta, he tratado de alejarme, de cortarle el camino, de tumbar los puentes, estoy solo, creo que estoy solo y sin embargo ella me acompaña.
Desde tierras lejanas al lugar donde enterraron mi ombligo escribo ahora, vuelvo la cabeza por la ventana, a lo lejos el rió avanza, parece alejarse y en un segundo se me viene encima, chocando con el mar cada segundo, obstinado en su escape inútil, persisten en vencer al mar. Agonizan tras la dársena los navíos de tormentas pasadas, llega hasta mi el olor inconfundible del pescado frito en los changarritos de la orilla izquierda, danza una negra con dos niños, ríen, se persiguen, caen y se levantan. Observo todo esto tras de mi ventana como dije, no puedo levantarme de este lugar, la botella de jack daniels me anclo desde hace unas horas, desde hace unas noches debiera decir, tengo tantos días sin dormir.
Vuelvo la hoja del libro, para cerciorarme de que las palabras que leí ayer siguen ahí, que no han cambiado, que lo que he visto no lo he soñado. Otro sorbo al buen jack, quisiera aventarle mi vaso en la cabeza a esa maldita negra que sigue bailando. Que se calle el mundo que se vallan todos al carajo, me despabilo con otro sorbo y corro a volver los flujos de mis entrañas en el escusado. Deben ser los mariscos que me vendió la negra ayer, como quisiera aventarle el vaso en la cabeza, me vuelvo a decir.
Suena el teléfono y lo escucho muy lejos, como si la cosa no fuera conmigo, ¿estará sonando o ya imagino cosas?, jack hace crujir el hielo en mi vaso, bendito jack me digo y por fin me decido a levantar el teléfono..
- Bueno, diga.
- Estará el señor Lamberto? Una voz chillona me replica en el otro extremo. De pronto me imagino a un tipo enclenque y desgarbado, con anteojos de fondo de botella y traje brilloso por el uso en el otro extremo.
- Aquí no vive, le contesto divertido por el nombre.
- Y donde estará?, me contesta el flaco del traje brilloso.
- Le he dicho que aquí no vive, contesto divertido por su estupidez.
- Es ese el 652 de la calle Barcias?
- Aquí es, contesto sorprendido.
- Le repito que busco al señor Lamberto Marzala, soy el taxista que contrato el día de ayer, se le han olvidado unas cajas en el auto.
- Pues seguro se equivoca, aquí no vive ningún Lamberto.
- Y que hago con las cajas?
- Por mi, lo que quiera, -y colgué ya molesto por tanta insistencia.
Uno dos, uno dos, la negra y los niños siguen bailando, contengo el impulso de lanzarle el vaso cuando me vuelven las nauseas, tomo un cigarrillo y apenas me acero el mechero vuelve a sonar el teléfono.
-hola Señor Lamberto?
- Que aquí no vive ningún Lamberto¡ Cuelgo el teléfono ya encambronado por mi dolor de cabeza y analizo seriamente la posibilidad de matar a la negra con mariscos envenenados.
Relleno mi vaso de Borbón, y me sumerjo de nuevo en mi ociosa contemplación de mi locura y del río, del río y de mi locura. Ladra un perro que juega con un niño, aparece aya a lo lejos lo que parece ser el la vela de un navío. Dos jovenzuelos alcanzan y golpean a un tipo que le acaba de arrebatar el bolso a una señora, bien por ellos me digo, haber si de paso tumban a la negra que baila aun por ahí...
HOMERO
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